24 nov 2011

Intervalo

Mi vida, la tuya, la de Clara están marcadas por intervalos, sueño-vigilia, amor-desamor, deseo-muerte.
Aunque cueste soportarlo, un intervalo, el famoso hambre-pecho es el responsable de que hoy me siente frente a la computadora a escribir. Lo cual ha ocupado desde el padre del psicoanálisis hasta hoy innumerables hojas de papel que lo aclaran mejor que yo, sin olvidar al genial Fellini, para quien no existía mejor inspiración que un gran par de tetas.
Pero dejando de lado la digresión, quisiera contarles hoy un pequeño pero significativo intermedio.
Resulta que nuestra heroína salió a la vida por una estrecha abertura y de golpe, el mundo con todo su esplendor se presentó frente a sus ojos. Fue necesaria la oscuridad del túnel para valorar la luz de la salida.
¡! Uf!! ¡Otra vez sopa! Parafraseando al gurú “no hago otra cosa que pensar en ti y no se me ocurre nada...”
Para serles sincera, cosa que aunque me cueste intento, es el tercer día que me pongo a escribir sobre porque razón  me desvela la palabra intervalo sin encontrarle la vuelta.  Literalmente me desvela, ya van a ver. Paso a contarles los hechos.
Me desperté una madrugada, pensando en ella. Yo, quien a pesar de mis casi quince años de psicoanálisis, no logro recordar mis sueños, esa noche lo evoqué con todos sus detalles, colores y palabras. Y así fue como me quedé con los ojos abiertos como el dos de oro hasta que amaneció. Repasando fascinada las imágenes oníricas que como en una película sin fin, se repetían una y otra vez.
En ese momento, cuando salió el sol, ya no podía diferenciar si estaba despierta o dormida, como diferenciar una de la otra sin el intervalo??Eh.
Y así volvemos al principio. Luego de esa noche en vela, googlee varias horas, encontrando explicaciones indescifrables sobre ejes cartesianos y cientos de citas e interpretaciones del intervalo lacaniano. Así fue como comprobé que hay mucha gente grosa fascinada por el mismo tema. Eso es lo maravilloso de internet, nos damos cuenta que lo que a nosotros nos parece original, diferente, creativo, antes ya se le ha ocurrido a miles, así es como la red combate a la soberbia de nuestra sublime inteligencia, relativizando nuestros aparentemente geniales pensamientos.
Intentando retomar el relato, recuerdo que cuando era chica mi hermano mayor leía una revista de acción, que se llamaba, adivinen cómo?, sii, “Intervalo”, cuando él se descuidaba yo se la robaba y la leía a escondidas. Siempre me atrajeron las historias de aventuras, los comics me fascinaban, cuando mi mamá me quería regalar la revista “Susy” que las niñas adoraban, yo elegía Superman,. Especialmente me atraía el mundo Bizarro, donde todo es al revés que en la Tierra, sus habitantes comen la basura y tiran la comida, duermen de día y trabajan de noche. Para una niña perfecta hasta en los mínimos detalles, obediente, estudiosa, responsable y miedosa como yo, los bizarros encarnaban la rebeldía, lo absurdo de su mundo, eran el intervalo que demostraba lo absurdo del mío. Yo prefería sumergirme durante horas en ese intervalo mullido de lectura y no afrontar el dolor de mi mundo infantil.
Ay, ay, ay! Sigo dando vueltas sin encontrar el camino. Pero ¿Existe uno? Como dice el poeta “se hace camino al andar…”, pero existen pistas leves e imperceptibles señales que, si estamos atentos, van marcando un sendero, volátil como una brisa, como un haz de luz entre dos ventanas oscuras.
Ese es el intervalo donde transcurre nuestra vida, entre dos puntos en una cósmica recta interminable o si como dice Lavoisier “en un sistema cerrado, nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”, entonces ¿será una recta o un círculo girando eternamente?
                                                                                               Laura Bogetto

14 nov 2011

Detrás de la cascada

El agua cae a chorros salpicando de suave espuma las rocas donde estoy asomada. Piso el borde cubierto de musgo, mis zapatos de ciudad resbalan, pierdo el equilibrio y caigo blandamente, como en cámara lenta.
Al caer atravieso la acuática cortina, cuando logro ponerme en pie, me enceguece el brillo, estoy en una cueva como la de Alì Babà rodeada de cofres de oro repletos de gemas de intensos colores y tapices de seda con paisajes exóticos que parecen tener vida. No lo parece, están vivos.  Me acerco al primero que reproduce un castillo como el que había conocido en un pueblito de Alemania del cual ya no me acuerdo el nombre. Me atrae, me absorbe  y de golpe estoy dentro del castillo vestida de princesa.
Y en ese instante es cuando me pregunto.
¿Qué carajo estoy haciendo vestida de princesa?
 Ese cuento lo conozco y ya no me interesa.
Si puedo elegir prefiero ser cortesana, con menos obligaciones y más placer.
O hermanastra fea que se queda soltera y ahora viaja por todo el mundo contando la historia de la afortunada Cenicienta, la feliz elegida del príncipe, quien se quedó criando hijos, mientras ella cobra los derechos de autor.
O la egoísta y malvada madrastra quien se ocupa de su belleza, de sí misma y no deposita todos sus intereses en el banco real.
Levanto mi copa de champagne y junto a la Reina de corazones, brindo, bailo  y celebro,  por todas las malvadas.
Para que nos libren del hechizo de las bellas y bondadosas heroínas de los cuentos de hadas. Ellas son las villanas, verdaderos genios del mal cubiertos con piel de cordero, quienes nos han conducido alegremente al matadero de nuestros deseos.
                                                                                             Laura Bogetto