27 sept 2011

Dios los cría y Coti los amontona

 Coti, quien pesar de los esfuerzos de Clara y su socia Soledad, se resistía abandonar el ring, mantenía a buen resguardo los anteojos azules para cuando los necesitara
Clara y el Capitán que habían sobrevivido a la maldición de los dioses, no pudieron resistir su insidiosa, constante e inadvertida intromisión.
Mientras Clara ingenuamente disfrutaba de la compañía del Capitán, Coti trocó sus lentes recetados por los azules deformadores de la realidad.
Con los embusteros lentes puestos Clara no pudo distinguir los imperceptibles signos del mal que lentamente iban apoderándose del Capitán. Cuando lo descubrió, era tarde, el señor había sucumbido a la posesión maligna machista, haciéndola cargo a ella de las debilidades que él no podía asumir.
Entonces Clara, claramente y sin dudar, con un limpio tajo de su espada mágica cortó por lo sano el lazo de la dependencia.
Y así fue como Coti llorando desconsolada regresó, por el efecto de una poderosa y veloz patada a la cocina, sitio del cual nunca debió de haber salido.
                                                
                                                               Laura Bogetto

19 sept 2011

Los fantasmas

Clara y el capitán se acercan se alejan, se alejan se acercan en un balanceo continuo entre el amor y la ausencia.
Se atraen se repelen, se repelen, se atraen en un incesante movimiento pendular, entre la atracción y el rechazo.
Cuando se encuentran saltan chispas, se encienden los fuegos, se incendian y se funden en una explosiva fogata de tal magnitud de temperatura que el mercurio no puede resistir y los termómetros se derriten.
Desde el Olimpo, sin que los amantes lo adviertan, los dioses celosos, los observan. Dos simples mortales no los pueden desafiar con ese sexo descomunal solo permitido a los seres superiores.
Como castigo les envían los fantasmas Victimo y Fóbica quienes como polos idénticos están condenados a repelerse mutuamente por toda la eternidad.
Victimo se enamora de Clara y Fóbica del capitán. Los fantasmas los rodean y envuelven con un velo transparente como un papel film. Así Clara y el capitán observan el mundo a través de sus fantasmas.
Comienzan los desencuentros, cuando el capitán está navegando, Clara piensa que la abandona porque no la quiere más, cuando ella lo abraza el capitán siente que se asfixia.
Cuando se aman los fantasmas soplan apagando el incendio y tiran de la cintura de cada uno para separarlos, jugando a la cinchada.
El fuego se extingue, los fantasmas triunfan, los inmortales festejan.
Y así es como la envidia de los dioses nubla la visión de los humanos, impidiéndoles descubrir que ellos cambiarían su eternidad por un momento de intensidad.
                                                                                        Laura Bogetto

7 sept 2011

LAS AVENTURAS DE CLARA Y EL CAPITAN


Inesperadas derivaciones de esperadas situaciones

Noche de luna llena, propicia para el romance y los lobizones.
Su reflejo, en el quieto espejo líquido del río, transmutaba en plata todos los objetos que tocaba, como un devaluado Rey Midas argentino.
Clara, ansiosa, dejó sola a Soledad durmiendo en casa. Tomó su cartera, su cepillo de dientes y su medicamento para la tiroides y salió, acicalada, perfumada y limpia, rumbo al romántico convenido encuentro con su brioso capitán.
El antedicho encuentro, había sido planificado con esmero, en tiempo y forma hasta en los más mínimos detalles, por el caballeroso marino.
El lugar elegido para el affaire era el casco de una antigua fragata abandonada que, según los dichos populares transmitidos de generación en generación, había sido, hace muchos, muchísimos años, un barco pirata. Cuyos tripulantes asaltaban, diezmaban y robaban para la Corona. Cuando la nave arribó a estas costas encalló y sus ocupantes se dispersaron por este paraje fértil para el enriquecimiento rápido, inescrupuloso e impune. Actualmente los numerosos descendientes no se pueden diferenciar de los lugareños.
El capitán decoró el nido de amor con costosas sedas, cojines de plumas y velas aromáticas, que iluminaban con danzantes sombras eróticas, la estancia.
Cuando los lánguidos amantes estaban disfrutando perezosos, de sus cálidos besos, lentas caricias y susurros insinuantes, ofreciéndose mutuamente con los labios deliciosos dátiles y exquisitas frutas exóticas. El señor, emitiendo un espeluznante y repentino ronquido de yeti, se atoró.  Un rebelde carozo inoportuno fue a alojarse, sin pedir permiso, en su glotis.
El casi cianótico y jadeante capitán, se ahogó.
                                                                                        
                                                                                    Laura Bogetto