2 feb 2012

EL NAUFRAGIO

Capítulo Primero
Los anteojos azules
Se hundió irremediablemente, el naufragio fue lento y anunciado durante más de veinte años.
            Ella era una niña dulce, inquieta, inteligente, insegura, buscaba amor y no sabía como pedirlo.
            Fue entonces cuando escuchó el cuento de Cenicienta y lo creyó.
            Se enamoró perdidamente de un Príncipe Azul y depositó todo en él. Su vida, sus alegrías, sus tristezas, sus esperanzas, sus deseos, sus frustraciones, sus anhelos, sus logros.
            Cuando sucedió el naufragio, y como estamos en Argentina y no hay ningún banco seguro, estos depósitos se perdieron.
            La niña se quedó vacía….Bueno, casi…
Porque como era vidente durante más de veinte años estuvo preparándose para sobrevivir en la catástrofe.
Bueno, pero volviendo al Príncipe, su color Azul con el tiempo se fue destiñendo virando a una tonalidad pardusca amarronada.
Pero Clara, así se llamaba la niña devenida en mujer, se esforzaba mucho, mucho para continuar viéndolo de color Azul.
Para eso se compró unos lentes azules que le permitían ver la realidad como ella deseaba que fuere.
Pero un domingo igual que todos los domingos grises y monótonos de su existencia… la catástrofe se desató.
Clara fue bruscamente empujada por su perro Sultán que, intuitivo como todos los animales, presintió lo que sucedería y enloquecido por los truenos huía.
Por el impacto sus anteojos azules se cayeron.
Clara observó que la realidad ya no era más azul, su Príncipe no era un príncipe, era un bufón de color marrón.
Los vientos provocaron lluvias, las lluvias inundación, la casa transformada en barco, se hundió, solo quedó el mástil al cual Clara continúo aferrada con una mano buscando con la otra los lentes azules perdidos.
La tempestad fue disminuyendo, las aguas se fueron calmando, el viento era una brisa.
En el horizonte se vislumbraba un chinchorro, Clara lo llamó, el bote se acercó, en la cubierta había un marinero quien la ayudó a subir a bordo.
Ella le agradeció y de pronto flotando en la corriente vió sus anteojos, contenta se los puso y OH!!! ¡Qué maravilla!!! Un hombre asombroso la había rescatado del naufragio.
Feliz se aferró a él, su salvador, hermoso, perfecto, elegante.
El chinchorro se transformó en barco y el marinero en un intrépido capitán capaz de realizar las más riesgosas hazañas para rescatarla del malvado bufón y de los avatares de la vida.
 Pero como nada es perfecto y lo bueno dura poco, el huracán se reavivó, el chinchorro se hundió, los anteojos desaparecieron en las embravecidas aguas para siempre y el marinero huyó dejándola sola.

            Y así fue como Clara descubrió que si se quería salvar debía aprender a nadar.


NUNCA ES TRISTE LA  VERDAD  LO QUE NO TIENE ES REMEDIO. Joan Manuel Serrat. El “gurú”

                                                                          Laura Bogetto