15 jun 2012

ARRAIAL D'AJUDA—BRASIL

            Tus tibias aguas me cobijan generosas en tu mullido útero marítimo. Devolviéndome renacida a la playa.
            Tus doradas arenas acarician mi piel.
            Con tu música sensual bailan hasta los paralíticos.
            El erotismo de tu danza despierta la libido de los difuntos.
            La diversidad de tus habitantes rompe con mis argentinos prejuicios. Me reciben hospitalarios, ellos extranjeros en sus países de origen ahora ciudadanos de Arraial, conviviendo con los nativos sin distinción de género, edad, clase social, poder económico. Solo humanos disfrutando de la compañía de otros humanos.

Para Mariano un niño en cuerpo de hombre. Y para Firulaiz su perro manso con los prejuicios que no poseía su amo.

  Firulaiz
Pequeño cusquito callejero, oscuro con toques de luz, pelo duro y tieso, se apoltrona sobre mis pies cuando me siento en el umbral del local donde diseña la ropa Mariano. Y ahí permanece inmóvil, dormido, como muerto sin que nada ni nadie lo perturbe. Ni las conversaciones, ni la incesante muchedumbre que circula por la calle, ni los amigos que se acercan a saludar, Cristina la andaluza de Córdoba quien con su dulce acento dibuja historias en los cuerpos, ni el joven músico argentino que nos cuenta su búsqueda espiritual, ni los artesanos brasileros que nos regalan su arte, perturban su sueño.
            Pero, súbita e inesperadamente, Firulaiz se despierta ladrando como un mastín embravecido y sale disparado como una saeta corriendo detrás de un pordiosero.
            Yo atónita no comprendo su transformación y Mariano resignado dice: -es un perro racista.
            Firulaiz regresa y mansamente vuelve a dormirse sobre mis pies.

                                                                                                  Laura Bogetto