25 jun 2011

Las puertas

Capítulo Primero
Reina Madre

            Clara inspiró profundamente acercándose a la puerta que, como todas las demás, poseía una inscripción con una leyenda que la identificaba.
            Reina Madre indicaba el texto. Clara golpeó tímidamente con la aldaba,  imaginándose que se encontraría frente a un ser imponente, con capa y corona.
Una voz suave le respondió: ¡Pase esta abierto! Cuan grande fue su sorpresa al encontrarse frente a una viejecita pequeña y dulce, sentada frente a un caballete con un paisaje a medio pintar, una paleta con oleos en una mano y una espátula en la otra, quien con cara de abuela tierna la observaba.
Clara se inclinó, haciendo una reverencia y le dijo: -permiso “Su Majestad”.
 Reina Madre le respondió: -Pequeña ¿Qué estás diciendo? Llámame por mi nombre, soy  la pintora Delfina, me gusta que me reconozcan por mi oficio y vocación fruto de mi elección y no de un mandato hereditario.
-¿Cómo te llamas? Le preguntó.
-Me llamo Clara. Le respondió.
-¿Cuál es tu vocación?
Clara, se quedó en silencio, sin saber que decir porque cada vez que se lo preguntaba a si misma buscaba distraerse con sus anteojos azules para no tener que responder y continuar su vida sin sobresaltos ni elecciones que comprometieran su seguridad.
Pero Delfina fiel a su linaje real, no iba a permitir que la dejaran sin respuesta e insistió con su interrogante:
-¿Cuál es tu vocación?
            -No sé. Por muchos años fui esposa de un Príncipe Azul. Hasta que llegó el naufragio y ahora no tengo mas certezas solo dudas.
            -Esta muy bien pero reitero
            -¿Cuál es tu vocación? Que deseabas antes de ser esposa, cuando eras una niña dulce, inquieta, inteligente, insegura, que buscaba amor y no sabía como pedirlo.
Clara se quedó helada, como podía esa anciana conocerla tanto.
            Delfina pareció leerle sus pensamientos, con naturalidad le dijo soy vidente como tú, ambas tenemos el mismo origen.
            ¿Cómo? ¿Qué origen?  Preguntó ansiosamente Clara.
Pero Reina Madre no respondió. Continuó pintando en silencio.
            Clara se acercó y observó el cuadro, de pronto la pintura pareció cobrar vida, el paisaje pintado comenzó a rodearla y sintió que penetraba en la tela. Caminaba por un bosque de alerces, tupido y oscuro. Ella no era adulta, volvía a ser una pequeña, que asustada corría perseguida por un grupo de niños que se burlaba de ella. Corría y corría hacia la luz que se vislumbraba al finalizar el bosque.
Allí estaba su refugio, una casita de muñecas, pero sin muñecas, solo libros, libros y más libros mágicos…
            Repentinamente la visión desapareció, el alma de Clara regresó a su cuerpo, a la recámara de Delfina y a la observación del paisaje que estaba pintando.
            ¡Gracias Delfina! Continuaré mi camino.
Reina Madre la miró con ojos plenos de ternura pero no volvió a hablar.

17 jun 2011

Capítulo tercero


Las herramientas

            Clara con su amiga Soledad continúo avanzando, se adentró por una senda angosta, sinuosa, con curvas laberínticas que luego de caminar durante horas la remitían al lugar de partida.
            Pero como recordarán Clara era vidente y aunque estaba cansada, agotada, casi sin fuerzas, al borde del llanto y la impotencia, vislumbraba que al final de esa senda encontraría lo que buscaba.
            ¿Pero que era lo que buscaba? A pesar del don de videncia que poseía y de la luminosidad de su nombre Clara no lo tenía claro, solo sentía que debía seguir el impulso que la empujaba hacia adelante impidiéndole sucumbir a la tentación de mirar hacia atrás y transformarse en estatua de sal.
            Cuando se encontró por tercera vez en el punto de partida al salir del laberinto, Clara consultó con su amiga Soledad, que como ya sabemos es muda, y llegó a la conclusión que el camino a recorrer si quería encontrar la salida, era la caverna que conducía a su mundo interno.
            Como la caverna estaba oscura como boca de lobo, Clara le pidió a Soledad que la alumbrara con una antorcha desde la entrada.
            Con marcha vacilante inició el descenso, el angosto pasillo acaracolado concluía en una escalera con peldaños tallados en la piedra, al final de esa escalera, un puente colgante que se balanceada precariamente sobre un abismo insondable.
Luego de vencer su miedo a las alturas y cruzar el puente Clara se encontró con una inscripción tallada en la pared que decía “HERRAMIENTAS” la que precedía el ingreso a un túnel en el cual confluían puertas a ambos lados.

Clara se quedó parada inmóvil frente a la primera. ¿Qué hago?
El miedo frente a lo desconocido, el terror de ver la realidad y de verse a si misma, se apoderó de ella.


La tentación de desandar el camino en la búsqueda de sus anteojos protectores era muy fuerte, auque el hacerlo la transformara en una roca, rígida y sin vida…………….

                                                                                            Laura Bogetto

11 jun 2011

Capítulo segundo

Aprendiendo a nadar
            Clara aferrada a un trozo flotante de madera solo pensaba como sobrevivir sin hundirse para siempre.
Pero como Dios aprieta pero no ahorca, cuando estaba en el límite de sus fuerzas, a punto de sucumbir y sin sus anteojos mágicos. El viento paró y las aguas se retiraron.
            Clara chorreando agua se encontró por primera vez en su vida haciéndose cargo de si misma, no porque no fuera capaz o emprendedora o inteligente o hábil o preparada, sino porque nunca se lo había planteado. Tan ocupada estaba tratando de encorsetar a la realidad para que cupiera donde ella quería, que no tuvo tiempo
            Pero como ya lo dijo el gurú catalán al cual Clara admiraba desde su juventud “Nunca es triste la verdad lo que no tiene es remedio”
            Así fue como Clara decidió tomar el toro por las astas, se sacudió  el agua, se acomodó el pelo y emprendió la marcha.
            Con los pies metidos en el lodo que dejo el agua al retirarse y la mirada al frente caminó y caminó sin encontrarse con nadie.
            Se sintió sola, ella que desde que nació había estado acompañada tenía que hacerse cargo de soledad. Paradójicamente Clara que había evitado su compañía con denodados esfuerzos hasta fabricar unos lentes que deformaran la realidad para no verla, terminó haciéndose su amiga.
            Soledad era una amiga muy silenciosa, por no llamarla muda, y Clara comenzó a llenar los huecos que dejaban sus silencios con su vida, sus alegrías, sus tristezas, sus esperanzas, sus deseos, sus frustraciones, sus anhelos, sus logros. Todos los depósitos que había estado perdiendo antes de que la tempestad llegara a su vida.
            Clara observó que Soledad era una compañía difícil de conocer como esas frutas tropicales que había conocido en un viaje a Brasil. Muy duras por fuera, difíciles de pelar pero que el esfuerzo de hacerlo brindaba sus frutos “valga la redundancia”  por la dulzura de su sabor.

            Y fue Soledad con la cual se amigó cuando aprendió a tolerar el dolor de su presencia la que la ayudó a descubrir que las herramientas para el aprendizaje de la natación estuvieron siempre dentro de ella  pero se harían visibles si dirigía la mirada al interior de su corazón evitando los lentes azules con los cuales miraba a los otros.
                                                                                                       Laura Bogetto

6 jun 2011

Women ceremony (Ceremonia de mujeres)

Mujeres seres luminosos creadores de vida.
Juntas somos un aquelarre, alrededor del fuego sostenemos la llama.
Juntas asustamos con nuestra fuerza, generamos energía brillante que espanta el miedo.
Ese miedo ancestral con el cual nos han dominado, alejándonos de nuestro ser interior.
Juntas nos reímos, juntas lloramos, juntas somos invencibles.
Mantengamos encendida la antorcha que desde el inicio de los tiempos sucesivas generaciones de mujeres en ceremonias secretas, ocultas para sobrevivir a la persecución, la hoguera o la lapidación mantuvieron viva.
Ahora ha llegado a nosotras alimentémosla para que luego, como en una carrera de postas, ardiente y vital, pase a nuestras hijas.
                                                                                        Laura Bogetto

Los cuentos de Coti

EL NAUFRAGIO
Capítulo Primero
Los anteojos azules
Se hundió irremediablemente, el naufragio fue lento y anunciado durante más de veinte años.
            Ella era una niña dulce, inquieta, inteligente, insegura, buscaba amor y no sabía como pedirlo.
            Fue entonces cuando escuchó el cuento de Cenicienta y lo creyó.
            Se enamoró perdidamente de un Príncipe Azul y depositó todo en él. Su vida, sus alegrías, sus tristezas, sus esperanzas, sus deseos, sus frustraciones, sus anhelos, sus logros.
            Cuando sucedió el naufragio, y como estamos en Argentina y no hay ningún banco seguro, estos depósitos se perdieron.
            La niña se quedó vacía….Bueno, casi…
Porque como era vidente durante más de veinte años estuvo preparándose para sobrevivir en la catástrofe.
Bueno, pero volviendo al Príncipe, su color Azul con el tiempo se fue destiñendo virando a una tonalidad pardusca amarronada.
Pero Clara, así se llamaba la niña devenida en mujer, se esforzaba mucho, mucho para continuar viéndolo de color Azul.
Para eso se compró unos lentes azules que le permitían ver la realidad como ella deseaba que fuere.
Pero un domingo igual que todos los domingos grises y monótonos de su existencia… la catástrofe se desató.
Clara fue bruscamente empujada por su perro Sultán que, intuitivo como todos los animales, presintió lo que sucedería y enloquecido por los truenos huía.
Por el impacto sus anteojos azules se cayeron.
Clara observó que la realidad ya no era más azul, su Príncipe no era un príncipe, era un bufón de color marrón.
Los vientos provocaron lluvias, las lluvias inundación, la casa transformada en barco, se hundió, solo quedó el mástil al cual Clara continúo aferrada con una mano buscando con la otra los lentes azules perdidos.
La tempestad fue disminuyendo, las aguas se fueron calmando, el viento era una brisa.
En el horizonte se vislumbraba un chinchorro, Clara lo llamó, el bote se acercó, en la cubierta había un marinero quien la ayudó a subir a bordo.
Ella le agradeció y de pronto flotando en la corriente vió sus anteojos, contenta se los puso y OH!!! ¡Qué maravilla!!! Un hombre asombroso la había rescatado del naufragio.
Feliz se aferró a él, su salvador, hermoso, perfecto, elegante.
El chinchorro se transformó en barco y el marinero en un intrépido capitán capaz de realizar las más riesgosas hazañas para rescatarla del malvado bufón y de los avatares de la vida.

    Pero como nada es perfecto y lo bueno dura poco, el huracán se reavivó, el chinchorro se hundió, los anteojos desaparecieron en las embravecidas aguas para siempre y el marinero huyó dejándola sola.

            Y así fue como Clara descubrió que si se quería salvar debía aprender a nadar.


NUNCA ES TRISTE LA  VERDAD  LO QUE NO TIENE ES REMEDIO. Joan Manuel Serrat. El “gurú"
                                                                                  
                                                                                                Laura Bogetto