26 sept 2012

Noche de sábado

Luego de llevar a mi hija y amigas a una fiesta, me preparo para salir yo. Me arreglo y parto sola rumbo a Unicenter. Llego, hago la fila para sacar las entradas, elijo la peli, me dan el ticket.
Voy a comprar cigarrillos. Bajo dos escalones, mi  sandalia plateada se rompe, quedo renga. Así arrastrando un pie llego al cine. Excelente Sean Penn,  con la fuerza que lo caracteriza transmite las emociones de su personaje.
Salgo de la sala con el zapato en la mano. Tomo una lágrima en un café, diosa cuando estoy sentada, cuando me paro parezco lisiada rengueando con mi pie izquierdo.
Llego al estacionamiento tengo el auto a mil metros diluvia, yo descalza y sin paraguas.
Camino  arrastrando el zapato hasta otra salida, llego, esta anulada. Regreso a la anterior, me descalzo y corro bajo la lluvia, empapada pero muerta de risa.
La lluvia es solo agua.
Me río bajo el chaparrón, no me importan mis pantalones blancos, disfruto de las gotas deslizándose sobre mi cara.
Divina noche de sábado, acompañada por la persona que mejor me ama.

                                                                                       Laura Bogetto

10 sept 2012

El soldado

            Clara cargando la máquina de escribir salió a la densa oscuridad del túnel. Se detuvo frente a una pesada puerta de madera noble y diseño austero.
Parada en el umbral escuchó pasos de botas y choques de espadas. Lo cual era lógico ya que era la puerta del soldado.
Dejando su carga en el suelo golpeó con el aldabón de bronce con forma de león.
Los ruidos cesaron, la puerta se abrió con un chirrido de sus goznes oxidados
Y... se asomó el joven más bello jamás visto.
De cabello oscuro, ojos transparentísimos que cuando miraban el cielo empalidecía de envidia, alto, altísimo, atlético, fuerte.
 Ni Brad Pitt, ni Jude Law ni siquiera Clive Owen podían competir con él.
Su belleza era irradiada por todos sus poros  Formando un aura blanca, brillante y luminosa que lo rodeaba.
Y cuando habló con una voz cálida, varonil, suave como el terciopelo, Clara sintió que lo conocía de toda la vida.
-¡Hola! Me llamo León, La saludó con una venia de su mano derecha e inclinándose con una reverencia la invitó a pasar.
Ella con una soltura que hasta ese momento desconocía, lo saludó con un beso diciéndole: -Me llamo Clara, soy vidente, estoy buscando mi vocación y me parece que te conozco de toda la vida o aún más de vidas anteriores. Además te aconsejo que le pongas aceite a las bisagras para que no despiertes a tus vecinos.
-Hermana, le respondió León. Yo siento lo mismo. Nuestra relación se remonta a viejos tiempos.
He regresado para ayudarte aunque nunca me fui, siempre estuve dentro de ti solo que no me veías. Y agradezco tu consejo, hoy mismo iré a la ferretería a comprar el óleo.
Le dijo mirándola con sus ojos transparentes y cálidos como el Mar Caribe que ella había conocido varios años antes del naufragio.
-¿Cómo me ayudarás? Preguntó Clara
-Por supuesto con lo que conozco, mi oficio. Te enseñaré a encontrar las armas con las que puedas armarte y defenderte.
Y tomando su espada luminosa, similar a la de los Jedi de la Guerra de las Galaxias se la dio.
Clara la tomó y una energía poderosa la revistió de fortaleza.
León la abrazó fuertemente con el abrazo contenedor que Clara había soñado noche tras noche durante muchos años hasta que no recordó más sus sueños.
La miró por última vez con sus ojos celestes que hacían palidecer al cielo de envidia.
Y agregó: -continúa tu camino, nunca más tengas miedo, porque el miedo es como el gas que alimenta a un muñeco Michelín haciéndolo parecer inmenso, imposible de vencer, pero con un simple pinchazo se desinfla hasta convertirse en una caricatura.
Clara tomó su espada mágica, lo abrazó nuevamente con un abrazo de oso como corresponde que se abrace a un león y se retiró.
                                                                                  Laura Bogetto