11 jun 2011

Capítulo segundo

Aprendiendo a nadar
            Clara aferrada a un trozo flotante de madera solo pensaba como sobrevivir sin hundirse para siempre.
Pero como Dios aprieta pero no ahorca, cuando estaba en el límite de sus fuerzas, a punto de sucumbir y sin sus anteojos mágicos. El viento paró y las aguas se retiraron.
            Clara chorreando agua se encontró por primera vez en su vida haciéndose cargo de si misma, no porque no fuera capaz o emprendedora o inteligente o hábil o preparada, sino porque nunca se lo había planteado. Tan ocupada estaba tratando de encorsetar a la realidad para que cupiera donde ella quería, que no tuvo tiempo
            Pero como ya lo dijo el gurú catalán al cual Clara admiraba desde su juventud “Nunca es triste la verdad lo que no tiene es remedio”
            Así fue como Clara decidió tomar el toro por las astas, se sacudió  el agua, se acomodó el pelo y emprendió la marcha.
            Con los pies metidos en el lodo que dejo el agua al retirarse y la mirada al frente caminó y caminó sin encontrarse con nadie.
            Se sintió sola, ella que desde que nació había estado acompañada tenía que hacerse cargo de soledad. Paradójicamente Clara que había evitado su compañía con denodados esfuerzos hasta fabricar unos lentes que deformaran la realidad para no verla, terminó haciéndose su amiga.
            Soledad era una amiga muy silenciosa, por no llamarla muda, y Clara comenzó a llenar los huecos que dejaban sus silencios con su vida, sus alegrías, sus tristezas, sus esperanzas, sus deseos, sus frustraciones, sus anhelos, sus logros. Todos los depósitos que había estado perdiendo antes de que la tempestad llegara a su vida.
            Clara observó que Soledad era una compañía difícil de conocer como esas frutas tropicales que había conocido en un viaje a Brasil. Muy duras por fuera, difíciles de pelar pero que el esfuerzo de hacerlo brindaba sus frutos “valga la redundancia”  por la dulzura de su sabor.

            Y fue Soledad con la cual se amigó cuando aprendió a tolerar el dolor de su presencia la que la ayudó a descubrir que las herramientas para el aprendizaje de la natación estuvieron siempre dentro de ella  pero se harían visibles si dirigía la mirada al interior de su corazón evitando los lentes azules con los cuales miraba a los otros.
                                                                                                       Laura Bogetto

4 comentarios:

marcela dijo...

Me gustó mucho! Espero ansiosa la continuación

Alicia dijo...

Muy bueno Laura!!! Veremos como seguimos,luego del naufragio....

Lily dijo...

hersemuy bueno Laura!!! quiero saber que pasa despues del túnel

Anónimo dijo...

queremos massss!!
brillante como vos!!
Malu