7 sept 2011

LAS AVENTURAS DE CLARA Y EL CAPITAN


Inesperadas derivaciones de esperadas situaciones

Noche de luna llena, propicia para el romance y los lobizones.
Su reflejo, en el quieto espejo líquido del río, transmutaba en plata todos los objetos que tocaba, como un devaluado Rey Midas argentino.
Clara, ansiosa, dejó sola a Soledad durmiendo en casa. Tomó su cartera, su cepillo de dientes y su medicamento para la tiroides y salió, acicalada, perfumada y limpia, rumbo al romántico convenido encuentro con su brioso capitán.
El antedicho encuentro, había sido planificado con esmero, en tiempo y forma hasta en los más mínimos detalles, por el caballeroso marino.
El lugar elegido para el affaire era el casco de una antigua fragata abandonada que, según los dichos populares transmitidos de generación en generación, había sido, hace muchos, muchísimos años, un barco pirata. Cuyos tripulantes asaltaban, diezmaban y robaban para la Corona. Cuando la nave arribó a estas costas encalló y sus ocupantes se dispersaron por este paraje fértil para el enriquecimiento rápido, inescrupuloso e impune. Actualmente los numerosos descendientes no se pueden diferenciar de los lugareños.
El capitán decoró el nido de amor con costosas sedas, cojines de plumas y velas aromáticas, que iluminaban con danzantes sombras eróticas, la estancia.
Cuando los lánguidos amantes estaban disfrutando perezosos, de sus cálidos besos, lentas caricias y susurros insinuantes, ofreciéndose mutuamente con los labios deliciosos dátiles y exquisitas frutas exóticas. El señor, emitiendo un espeluznante y repentino ronquido de yeti, se atoró.  Un rebelde carozo inoportuno fue a alojarse, sin pedir permiso, en su glotis.
El casi cianótico y jadeante capitán, se ahogó.
                                                                                        
                                                                                    Laura Bogetto

1 comentario:

Claudia dijo...

Muy bueno y divertido!