16 dic 2012

Inesperadas derivaciones de esperadas situaciones

 Noche de luna llena, propicia para el romance y los lobizones.
Su reflejo en el quieto espejo líquido del río transmutaba en plata todos los objetos que tocaba, como un devaluado Rey Midas argentino.
Clara ansiosa, dejó sola a Soledad durmiendo en casa, tomó su cartera, su cepillo de dientes y su medicamento para la tiroides y salió acicaladamente perfumada y limpia al románticamente convenido encuentro con su brioso capitán.
El antedicho encuentro había sido planificado con esmero en tiempo y forma hasta los más mínimos detalles por el caballeroso marino.
El lugar elegido para el affaire era el casco de una antigua fragata abandonada que según los dichos populares transmitidos de generación en generación y de padres a hijos, había sido hace muchos, muchísimos años atrás un barco pirata, cuyos tripulantes asaltaban, diezmaban y robaban para la Corona. Cuando la nave arribó a estas costas encalló y sus ocupantes se dispersaron por este paraje fértil para el enriquecimiento rápido, inescrupuloso e impune. Actualmente los numerosos descendientes ya no se pueden diferenciar de los lugareños.
El capitán decoró el nido de amor con costosas sedas, cojines de plumas y velas aromáticas, que iluminaban eróticamente, con danzantes sombras, la estancia.
Cuando los lánguidos amantes estaban disfrutando perezosos, de sus cálidos besos, lentas caricias y susurros insinuantes, ofreciéndose mutuamente con los labios deliciosos dátiles y exquisitas frutas exóticas. El señor, emitiendo un espeluznante y repentino ronquido de yeti, se atoró con un rebelde carozo inoportuno que fue a alojarse, sin pedir permiso, en su glotis.
El casi cianótico jadeante capitán se ahogó.
                                                                                         Laura Bogetto

2 comentarios:

Elsa dijo...

Muy buenoooooooooo

María dijo...

Me encantaron Laura!!! Que sorpresa...