16 ago 2011

Capìtulo tercero

Levantando vuelo

Mientras Clara realizaba su caminata diaria absorbiendo la cálida energía solar que entibiaba su cuerpo, aquietaba su mente y alimentaba su alma. Observó en la sombra que proyectaba en la pared, dos inusuales protuberancias asomando sobre sus hombros. Eran sus alas, un par de magníficas alas blancas.
Ignotos, inexistentes e inutilizados músculos, sorpresivamente se pusieron en marcha y Clara remontó vuelo. Un suave tirón en su espalda la hizo mirar hacia atrás, ahí estaba Soledad, flameando como la cola de un barrilete, prendida a ella, no pesadamente sino como el timón que la ayudaba a no desviarse de la dirección seleccionada.
Clara alada.
Planeando sobre un primaveral prado surtido, como el de las galletitas Variedades de su niñez que comía sin ganas deseando que le tocara la merengada, de erguidas manzanillas, tímidas margaritas silvestres, orgullosas fresias perfumadas.
Se deslizaba en la celeste inmensidad acompañada por la traslucida, transparente y tibia presencia de Ángel. La delicada brisa agitaba levemente la sutil telaraña de nubes.
No sentía frío, ni calor, ni miedo. Se sentía plena, feliz, colmada. Dirigiendo el timón de su vida, como quedó registrado en párrafos precedentes, con la colaboración de Soledad.
En el horizonte se unían en un inacabable espejo azul el cielo y el mar. Las atentas y repentinamente veloces gaviotas con una inesperadamente súbita zambullida, se sumergían, reapareciendo majestuosas y triunfantes con su trofeo firmemente aferrado al pico.
Desde las alturas todo se veía diferente, la visión era nítida, global, simultanea. Como la historia que le contaron en la catequesis preparatoria de su Primera Comunión, sobre como observaba Dios desde una montaña a la Humanidad, no pudiendo intervenir evitando acontecimientos, aunque pudiera anticiparlos.
Su cuerpo flexible, etéreo, relajado, blandamente suspendido en el aire, se desplazaba seguro como un pájaro en su hábitat natural.
Clara alada.
Levantando vuelto, todo era posible, todo comenzaba, la vida le brindaba revancha.
Clara en su habitual diálogo unidireccional con Soledad decía: -la muerte es la limitada, no la vida.
La vida es una inconmensurable, idílica e interminable posibilidad como la “recta” según lo enseñado por la Profesora Robles en una de sus clases de matemática moderna del segundo año comercial. Y se nos ofrece como una maravillosa, inabarcable e infinita paleta de colores con los cuales son posibles todas las combinaciones, todas las mezclas, todas las tonalidades, solo hay que mirarlos, admirarlos, saborearlos y comenzar la obra…
                                                                                         Laura Bogetto

1 comentario:

patricia dijo...

Me sentì identificada!!!