30 jul 2011

Natación o Natalicio

            Capìtulo uno
Saliendo a flote

Clara armada con sus herramientas y revestida por sus visiones emprendió el regreso a la superficie.
Luego de desandar el túnel, de cruzar el puente colgante (sin experimentar su primitivo miedo a las alturas) y subir la escalera, se halló nuevamente en la entrada de la caverna donde la esperaba Soledad.
El camino de retorno no fue ni arduo ni penoso, como el del inicio. Clara ligera y liviana como si volviera de un Spa después de someterse a un tratamiento desintoxicante canturreaba alegremente la canción de su gurú amigo “Hoy puede ser un gran día…aprovecharlo o que pase de largo depende en parte de ti…”.Soledad con una sonrisa enigmática como la de la Gioconda, la observaba en silencio. Al igual que Teseo logró huir del laberinto y de una muerte segura en las garras del minotauro siguiendo una soga, ellas encontraron la salida guiadas por el hilo luminoso emanado de su espada.
Asomando lentamente su cabeza por la abertura Clara emergió de su profundidad a la realidad silenciosamente seguida como una sombra por Soledad.
Después de la catástrofe todo parecía haber retornado a la normalidad, salvo Clara.
Ella ya no era la que fue, o mejor dicho si era la que fue, pero renovada.
Ahora sus ojos brillaban, observando la vida con una curiosidad recién estrenada.
Su nariz olfateaba, absorbiendo los diversos aromas con una desconocida intensidad.
Los sonidos la penetraban no solo por sus oídos sino por todos sus poros.
Sus manos tocaban con suavidad reconociendo y disfrutando de las texturas irrepetibles de una corteza, de una flor, de la piel…
Sus pies descalzos gozaban de las inquietas cosquillas de la hierba, de la rugosa dureza de la piedra, de la dulce aspereza de la arena.
Morosa, placenteramente su boca, su lengua, su paladar, sus dientes, se detenían en cada sabor, consistencia, trama
Su piel, por primera vez, se erizaba con las caricias de la brisa
Una ansiosa y creciente voracidad por vivir comenzaba a invadirla.
Todo su cuerpo resplandecía y un aura blanca brillante la bordeaba.
Mientras en su espalda, el par de embrionarias alas, crecía velozmente. Clara cantaba risueñamente: “…todo cuanto te rodea lo han puesto para ti, asómate a la ventana y siéntate al festín….” Ante la mirada enigmática de Soledad.
                                                                                          Laura Bogetto

1 comentario:

Claudia dijo...

Maravilloso!!